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Hace unos meses abría un debate en El Blog Salmón sobre si un jefe obtiene mejores frutos de su equipo si mantiene una actitud enérgica o facilitadora, puesto que ambas actitudes actúan en dirección contraria, con una apreciación también contraria por parte de los miembros que forman parte de la organización.
Recordemos que un jefe enérgico es aquel que ejerce su influencia basándose en su propio intelecto y energía, y un facilitador aquel que se preocupa de crear las condiciones para que contribuyan otras personas.
La primera opción, realizar una fuerte presión sobre el equipo, presenta algunos inconvenientes como mantener la disciplina y cierto nivel de tensión, pero con graves inconvenientes como un peor ambiente de trabajo y una mayor crispación en el equipo, siendo poco recomendable, puesto que los empleados tienen que ser lo suficientemente maduros como para saber que tienen que ser disciplinados en el puesto de trabajo.
Por otro lado tenemos la opción de ser más facilitadores, ayudando más a nuestros subordinados y creando un mejor ambiente de trabajo, pero esta opción también comporta sus riesgos. Los más flagrantes de ellos, es la relajación del afán por aprender y de la proactividad al contar con la protección de nuestro supervisor.
En conclusión, como empresarios tenemos que mantener un equilibrio entre ambas actitudes, teniendo muy presentes los pros y los contras de estas dos opciones, sobre las que no existe una ‘regla maestra’, y que se ha de regir por nuestro ‘apetito’ en la gestión.
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