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Que lo radical vende es una realidad indiscutible. Que lo que es transgresor, provocador e incluso desagradable vende también es otra realidad palpable, pero ¿son sostenibles estas ventas? Según mi opinión sí que lo son.
Es decir, muchos dirán que las ventas o el crecimiento de un producto o servicio (sea este cual sea, sea incluso también en el caso de servicios personales como es el caso de los artistas y otros muchos más) basado en esas estrategias de radicalidad, transgresión y provocación mencionadas no son sostenibles, para mí si que lo son, siempre que se sepa a lo que se juega.
Y a lo que se juega, cuando un producto o servicio se vende en base a esas señas, es a venderse a un público normalmente minoritario, no al gran público. Es buscar ese hueco en el que interese ofrecer el producto o servicio, sin esperar ni querer llegar más allá de aquel grupo pequeño (y comúnmente estanco) al que queremos llegar.
Además, también hemos de tener presente que en este tipo de productos o servicios a veces (no en todos los casos) la caducidad es elevada. Así que la necesidad de reinventarse o de adoptar nuevas estrategias (igual en líneas similares pero distintas si la primera ha quedado muy quemada) será muy elevada.
Así, y obviamente según simplemente mi opinión, una conjugación de un producto o servicio que se ofrezca al público adecuado, que se sepa sacar una alta rentabilidad de este público, y en el que se tengan claros los plazos de caducidad del éxito de cada producto o servicio, y en consecuencia se tengan preparadas las estrategias para cuando ese producto o servicio decaiga, puede ser un producto o servicio altamente rentable e interesante.
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